La
miré con extremado asombro, no desprovisto de temor, y sin embargo me es
imposible explicar estos sentimientos. Una sensación de estupor me oprimió,
mientras seguía con la mirada sus pasos que se alejaban. Cuando por fin una
puerta se cerró tras ella, mis ojos buscaron instintiva y ansiosamente el
semblante del hermano, pero éste había hundido la cara entre las manos y sólo
pude percibir que una palidez mayor que la habitual se extendía en los dedos
descarnados, por entre los cuales se filtraban apasionadas lágrimas.