Antonio Martín
Stendhal publica
Le rouge et le noir (crónica del siglo XIX) en 1830, apenas
unos meses después de las jornadas parisinas de julio que acaban con el reinado de Carlos X, el
último de los Borbones que reinó en Francia. Stendhal inspiró su novela en un
hecho de la crónica de sucesos ocurrido en 1827: Antoine Berthetes condenado
por la Corte de Justicia de Grenoble a
la guillotina por el intento de
asesinato dentro de una iglesia de Mme Michelet, antigua amante suya y madre de
tres niños a los que confió su
educación. Los periódicos de la época,
como la gaceta de los tribunales, recogen las sesiones del juicio y generan un
extraordinario impacto en toda Francia.
Stendhal toma de
ese hecho “real”, los personajes, los escenarios sociales, la trama y el
desenlace trágico. El público lector de su novela, puede así comparar, ampliar
y agrandar un hecho ya fijado en el imaginario colectivo por la crónica de
sucesos de la vista pública del juicio del
joven Antoine Berthet. Es en esta
comparación de donde surge el realismo
de la novela: proximidad en tiempo y lugar que la prensa ha certificado como
escandalosamente reales. Pero eso no le basta al artista-escritor porque si se
quiere ver en toda su profundidad, la
realidad debe ser analizada tanto en sus
escenarios materiales y sociales como en los invisibles de la psicología
humana. El escritor no solo es un pintor de grandes escenarios urbanos,
paisajes, atuendos femeninos, armas, mobiliario, tipos sociales etc ; es sobre
todo en Stendhal un cirujano de la
conciencia que se adentra en sus más
íntimos detalles hasta llegar a todo aquello uno puede saber o intuir, pero
jamás declarar o exponer a la luz pública. Solo la alquimia de la novela y el
espíritu fuerte de novelista puede transformar
esa “indecente” fruta prohibida (por la opinión pública) en una obra de
arte por encima de los convencionales conocimientos de lo que llamamos ciencia.
Es posible que
bajo el reinado Carlos X, y sin la revolución de julio de 1830, Stendhal no hubiera podido publicar su novela
porque ofrece un retrato magnífico y
verídico de la hipócrita sociedad de la restauración donde los viejos ideales
fraternales tienen que ser ocultados y la misma realidad tiene que ser vigilada
y censurada por un ejército de espías que se extiende por todo el país dirigido
por los Jesuitas.
VILLA DE VERRIERES,
(FRANCO CONDADO)
El joven Julien
Sorel, hijo de un carpintero violento y analfabeto, aprende latín con el
honesto cura Chelan, pero al mismo tiempo, un viejo cirujano del ejército
napoleónico, hospedado en su casa, inculca en él las ideas de libertad e igualdad
con la lectura de las confesiones de Rousseau y el memorial de Santa Helena. Son esos dos mentores los que determinarán su
futuro: el rojo del ejército que tiene que ser secreto y clandestino y es la
ardiente vocación de Julien, y el negro del sacerdocio al que las
circunstancias y el cura Chelan le
destinan.
Gracias a su
conocimiento del latín, Julien es contratado como educador de los hijos del
alcalde de Verrieres, M Rênal, y pasa a
residir en la casa éste (comiendo a la mesa del alcalde y no con los criados). La
familia Rênal es realista y Julien tiene que fingir que él también lo es, como
ya lo hacía con el cura Chelan, y cada
vez que sale a relucir el nombre de su ídolo Napoleón añadir un epíteto
infamante. Julien es ambicioso, sabe de su propio valor y sorprende a todos
recitando de memoria el nuevo testamento lo que llena de orgullo y admiración a
sus patronos y a todos los buenos
burgueses que rinden visita al Señor
alcalde. Julien además de ser ambicioso tiene un gran orgullo y un fuerte
resentimiento contra esos burgueses realistas, que solo piensan y hablan de
dinero (de les revenues) y miran por
encima del hombro a gentes que provienen de abajo como Julien.
La sociedad de
Verrieres es un pequeño cosmos de la Francia de la época; Stendhal nos presenta
a la élite social, la casta dominante, a
los personajes que son a la vez acabados prototipos sociales de la
Restauración. El señor alcalde M. Rênal en primer lugar, antiguo liberal pasado
a los ultras que aspira a proseguir carrera haciéndose nombrar diputado; M. Valenod es el presidente del “depósito de
los pobres”, su fortuna se ha multiplicado con el infortunio de los
desgraciados, es aún más ultra que el alcalde, cuenta con la protección de los
Jesuitas y aspira a desplazar a M. Rênal de la
alcaldía; este M. Valenod es un sujeto arribista y grosero que secretamente corteja sin ningún
resultado a la esposa de su rival político, el alcalde. El cura Chelan es un
hombre honesto y generoso, protector de Julien, ultraconservador y realista, pero que acaba cayendo en desgracia
a causa de su honradez y es relevado en la parroquia por otro cura afín a los
Jesuitas.
En casa
del alcalde donde ha pasado a vivir Julien, Madame Rênal observa con simpatía a
ese joven tutor de sus hijos, un joven sensible y de enorme talento que enseña
a sus hijos latín y les trata con gran afecto;
Julien una noche en el jardín del chateau campestre de la familia, bajo
un castaño, durante una pequeña tertulia entre la penumbra, toca por casualidad
la mano de madame Rênal; ella la retira inmediatamente y Julien ofendido en su
orgullo por este nimio detalle, se propone conseguir que madame Rênal acepte
tomar su mano sin retirarla. Así comienza un amor clandestino que oscila entre
la pasión y los remordimientos y concluye cuando una carta anónima dirigida a
M. Rênal le avisa del adulterio de su esposa. M. Rênal se conduce con prudencia
burguesa, sopesando pérdidas y ganancias antes de actuar; su esposa le hace
dudar sobre las intenciones ocultas del autor de la carta, posiblemente escrita
por algún enemigo o rival político, como M. Valenod, para desacreditarle ante
la opinión pública; pero el marido burlado y amoscado no acaba de creer la inocencia de su
esposa y para evitar el escándalo público y tener que rechazar una esposa que espera una rica
herencia, acepta finalmente la solución propuesta por el cura Chelan de enviar
a Julien al seminario de Besançon para hacerse sacerdote y seguir con lo que se
supone su verdadera vocación.
EL SEMINARIO DE
BESANÇON
Julien se obliga
a sí mismo a aparentar ante el cura Chelan una vocación que no siente y acepta
la estancia en el seminario como el único camino posible para sus ambiciones de
ascenso social. En el seminario, su carácter y su inteligencia suscitan el
recelo, la envidia y el rechazo de los jóvenes seminaristas; la mayoría son
hijos de campesinos cuya conversación gira en torno a la comida y hablan con
fruición de infinitas anécdotas en las cuales
el cura de tal o cual parroquia ha recibido tres docenas de capones y un
par de ciervos yetc, etc. En este
ambiente pesebrista, Julien se siente aislado y deprimido, solo cuenta con la
protección del severo director del seminario, el padre Pirard, pero esto
también acarrea su desgracia, ya que el padre Pirard no es de la cuerda del
partido del sagrado corazón y los examinadores Jesuitas de Julien le dan las peores
notas. El padre Pirard cansado de las intrigas de sus enemigos dimite ante el
regocijo de éstos; en todos sus años de trabajo apenas ha podido ahorrar 500 francos, pero en París cuenta con la
protección del poderoso marqués de La Mole. El padre Pirard y Julien viajan a la
capital francesa a visitar a su protector; allí, Julien vivirá
en el Hôtel de La Mole trabajando como secretario del marqués.
PARIS, HÔTEL DE
LA MOLE (segunda parte de la novela)
El Señor de La
Mole es un personaje de enorme relevancia política y social, es miembro
vitalicio de la Cámara de los Pares,caballero distinguido de la Ordendel Espíritu
Santo,Cordón Bleuy aspira a ser nombrado ministro del rey;posee extensas propiedades
en Normandía, Provenza, Franco Condado, etc. El porvenir de su familia recae en
sus dos jóvenes hijos legítimos: el conde Norbert y la preciosa y orgullosa
Mathilde. En el Hôtel de La Mole, su lujosa residencia, se reúnen lo más
selecto de la sociedad y de la alta política de París: insignes varones como
ministros, diputados, pares, banqueros, académicos, generales y sus esposas,
hijos y familiares; las mujeres juegan un papel de primer orden en el salón;
ellas se encargan de negociar, de recomendar e influir en todo tipo de
decisiones privadas o gubernamentales; mandan en la moda, en los modales y
hacen y deshacen ministerio y obispados.
Mathilde de La Mole es la joven más distinguida y bella de la aristocracia parisina, su belleza es pareja a su inteligencia y orgullo. Entre sus nobles antepasados le es grato recordar como una historia caballeresca los amores trágicos de un tal Bonifacio de La Mole, caballero que vivió en el siglo XVI y que por pedir clemencia para sus amigos hugonotes fue decapitado; su prometida, desgarrada por el dolor, pidió al verdugo la cabeza de su amado y la enterró en un convento. Sin embargo, los planes de la familia de La Mole para Mathilde son mucho más convencionales: preparan un matrimonio ventajoso con una familia de la alta nobleza que refuerce su poder y la obtención del título de Ducado.
Mathilde, rodeada de estos jóvenes pretendientes se aburre. L’ennui es el mal de los jóvenes aristócratas, es el producto de unos modales que acaban sofocando cualquier intento de vivir con naturalidad; l’ennui, que puede traducirse como hastío, es el resultado de la práctica del fingimiento y la hipocresía que utilizan las clases dominantes de la Restauración para conservar sus privilegios y establecer una barrera social infranqueable para los de abajo. Para la joven y orgullosa Mathilde, sus jóvenes compañeros de salón tienen una elevada cuna y una educación exquisita, pero son previsibles y sosos, les falta la audacia y el ardor de los caballeros de la época de Bonifacio de La Mole y encuentra en Julien un contrapunto que desafía su imaginación, un joven de manifiesta inteligencia, y de un ardor y ambición que ella adivina en sus gestos, en su mirada, en sus silencios. Mathilde durante las mañanas baja a la biblioteca con la excusa de consultar algún libro, allí está Julien que trabaja en la redacción de la correspondencia de los negocios del marqués. Surge un duelo arduo entre estos dos seres orgullosos; se observan, se miden, se desafían; porque el amor no es un sendero de rosas para M. Stendhal, más bien parece un campo de batalla por el dominio y la posesión y cuyo objetivo es rendir la voluntad, triunfar sobre el amor propio y el orgullo del adversario amado. Mathilde da el primer paso y escribe una carta a Julien declarándole su amor y dándole una cita nocturna en su habitación. Julien recela, piensa que puede ser un engaño o una broma; pero se arma de valor y acepta el desafío, provisto de dos pistoletes sube por una escala, alcanza la ventana y entra en la habitación de la joven doncella. Después de un momento inicial de desconcierto, los jóvenes comparten las delicias de una noche de amor. Pero este es un primer lance de la guerra, a la mañana siguiente todo parece volver a la normalidad, la diferencia social entre los dos jóvenes hace incierto el futuro de su amor. Mathilde (como toda mujer que aprecie su honra) en los días y semanas siguientes experimenta una cierta vergüenza por haberse entregado con tanta facilidad; En cambioJulien, después de esa primera noche, se siente arrastrado por la pasión y observa con rabia que su amada ha vuelto a frecuentar la compañía de su pretendiente habitual, el joven M. de Croisenois. Entonces Julien debe hacer acopio de todo el coraje, la paciencia y la sangre fría que su ambición atesora para idear y poner en práctica la mejor estrategia para rendir a su amada. Son los celos, hábilmente excitados por Julien los que logran que Mathilde se rinda a sus pies y le conceda nuevas citas amorosas en su habitación.
Mathilde de La Mole es la joven más distinguida y bella de la aristocracia parisina, su belleza es pareja a su inteligencia y orgullo. Entre sus nobles antepasados le es grato recordar como una historia caballeresca los amores trágicos de un tal Bonifacio de La Mole, caballero que vivió en el siglo XVI y que por pedir clemencia para sus amigos hugonotes fue decapitado; su prometida, desgarrada por el dolor, pidió al verdugo la cabeza de su amado y la enterró en un convento. Sin embargo, los planes de la familia de La Mole para Mathilde son mucho más convencionales: preparan un matrimonio ventajoso con una familia de la alta nobleza que refuerce su poder y la obtención del título de Ducado.
Mathilde, rodeada de estos jóvenes pretendientes se aburre. L’ennui es el mal de los jóvenes aristócratas, es el producto de unos modales que acaban sofocando cualquier intento de vivir con naturalidad; l’ennui, que puede traducirse como hastío, es el resultado de la práctica del fingimiento y la hipocresía que utilizan las clases dominantes de la Restauración para conservar sus privilegios y establecer una barrera social infranqueable para los de abajo. Para la joven y orgullosa Mathilde, sus jóvenes compañeros de salón tienen una elevada cuna y una educación exquisita, pero son previsibles y sosos, les falta la audacia y el ardor de los caballeros de la época de Bonifacio de La Mole y encuentra en Julien un contrapunto que desafía su imaginación, un joven de manifiesta inteligencia, y de un ardor y ambición que ella adivina en sus gestos, en su mirada, en sus silencios. Mathilde durante las mañanas baja a la biblioteca con la excusa de consultar algún libro, allí está Julien que trabaja en la redacción de la correspondencia de los negocios del marqués. Surge un duelo arduo entre estos dos seres orgullosos; se observan, se miden, se desafían; porque el amor no es un sendero de rosas para M. Stendhal, más bien parece un campo de batalla por el dominio y la posesión y cuyo objetivo es rendir la voluntad, triunfar sobre el amor propio y el orgullo del adversario amado. Mathilde da el primer paso y escribe una carta a Julien declarándole su amor y dándole una cita nocturna en su habitación. Julien recela, piensa que puede ser un engaño o una broma; pero se arma de valor y acepta el desafío, provisto de dos pistoletes sube por una escala, alcanza la ventana y entra en la habitación de la joven doncella. Después de un momento inicial de desconcierto, los jóvenes comparten las delicias de una noche de amor. Pero este es un primer lance de la guerra, a la mañana siguiente todo parece volver a la normalidad, la diferencia social entre los dos jóvenes hace incierto el futuro de su amor. Mathilde (como toda mujer que aprecie su honra) en los días y semanas siguientes experimenta una cierta vergüenza por haberse entregado con tanta facilidad; En cambioJulien, después de esa primera noche, se siente arrastrado por la pasión y observa con rabia que su amada ha vuelto a frecuentar la compañía de su pretendiente habitual, el joven M. de Croisenois. Entonces Julien debe hacer acopio de todo el coraje, la paciencia y la sangre fría que su ambición atesora para idear y poner en práctica la mejor estrategia para rendir a su amada. Son los celos, hábilmente excitados por Julien los que logran que Mathilde se rinda a sus pies y le conceda nuevas citas amorosas en su habitación.
Entonces
sucede lo que la naturaleza dispone en estos casos: Mathilde queda embarazada y
Julien tiene que soportar que el viejo marqués, a pesar de que contaba con su
aprecio hasta ese momento le colme de insultos, improperios y amenazas por esa
unión desigual. Al cabo de algunas semanas la tormenta amaina y el marqués,
ante la firmeza de su hija de querer casarse con Julien, parece avenirse a aceptar a éste como su
yerno. El cielo parece abrirse a Julien que incluso es nombrado teniente de
caballería y puede soñar con iniciar una carrera militar.
DESENLACE Y
MUERTE DE JULIEN
Pero la
desgracia se desencadena con la llegada de una carta dirigida al marqués de la
Mole y remitida por madame Rênal que instigada por su confesor describe a Julien
como un ser vil, un seductor indigno, un hipócrita peligroso que sólo trae la
desgracia a cuantos confían en él. El marqués se vuelve atrás en su decisión y
decide no aceptar el matrimonio de su hija. Julien lleno de furia viaja a
Verrieres, compra dos pistolas y en la
Iglesia, en pleno oficio religioso, dispara dos tiros a Madame Rênal hiriéndola
de gravedad. Julien es arrestado por los gendarmes y es llevado a prisión,
primero en Verrieres y luego en Besançon. En su celda recibe la visita de
Mathilde que firme en su amor mueve todas las influencias de su poderosa
familia entre los jesuitas para salvar a Julien. También recibe la visita de
madame Rênal que se ha restablecido de la herida sufrida y se reconcilia con
Julien y escribe cartas a todos los jurados pidiendo clemencia para su antiguo
amante. En la sesión pública del juicio, el alegato final que hace Julien ante
el jurado, presidido por M. Valenod, que acaba de ser nombrado nuevo alcalde de
Verrieres, es contraproducente. Julien, en vez de mostrarse humilde,
arrepentido y pedir clemencia, no puede evitar que el orgullo le traicione.
Acepta la pena de muerte porque se cree acreedor de ella y no espera nada de
“la casta” la que pertenecen los señores
del jurado. Esa actitud de menosprecio pesa más en la balanza de la justicia
que el oro y las prebendas que promete la señorita de La Mole a los dignos
jurados: Julien es condenado a la pena capital, es decir, la guillotina.
El epilogo de esta
historia recuerda aquella otra del siglo XVI protagonizada por Bonifacio de La
Mole y su prometida: Mathilde toma entre sus manos la cabeza de Julien y
entierra sus despojos en una gruta en la montaña siguiendo las últimas
voluntades de su desgraciado amante. Fin de la historia.
EL PRINCIPIO DE
REALIDAD Y JULIEN
Sin duda la historia de Julien como se acaba de contar, a grandes rasgos, con ese final trágico cuando se cercena brutalmente su vida, sus ambiciones y sus amores, parece tener un cierto sabor romántico, pero una lectura cuidadosa de la novela nos conduce a otro lugar bien distinto. Debemos estar atentos a los pequeños detalles, a las descripciones de los personajes y el puesto que ocupan en la sociedad, a sus motivaciones íntimas, a las diferentes tramas secundarias que hacen referencias a un tiempo-espacio muy concreto, etc. En todas estas facetas M. Stendhal nos da una prueba efectiva de realismo, de verosimilitud y contemporaneidad; porque la vida real, la sociedad humana, es bien sabido que también puede generar e inventar ficciones como las de una novela (ingenio no le falta, desde luego).
Sin duda la historia de Julien como se acaba de contar, a grandes rasgos, con ese final trágico cuando se cercena brutalmente su vida, sus ambiciones y sus amores, parece tener un cierto sabor romántico, pero una lectura cuidadosa de la novela nos conduce a otro lugar bien distinto. Debemos estar atentos a los pequeños detalles, a las descripciones de los personajes y el puesto que ocupan en la sociedad, a sus motivaciones íntimas, a las diferentes tramas secundarias que hacen referencias a un tiempo-espacio muy concreto, etc. En todas estas facetas M. Stendhal nos da una prueba efectiva de realismo, de verosimilitud y contemporaneidad; porque la vida real, la sociedad humana, es bien sabido que también puede generar e inventar ficciones como las de una novela (ingenio no le falta, desde luego).
El principio de
realidad nos dice que las causas que explican la conducta humana residen en el
interés; y el interés tiene tres lados como un triángulo: el dinero, el poder y
el sexo. La sociedad se constituye y organiza en círculos de interés con más o
menos ventajas en el acceso a los vértices del triángulo: hay clases, castas o
estamentos y los individuos luchan por defender su interés propio en el seno de
su clase, grupo o círculo. La tragedia de Julien, nuestro héroe realista casi
de carne y hueso, radica en ser un desclasado demasiado ambicioso para
conformarse con las migajas del banquete de la mesa de los poderosos y
demasiado desvalido por no contar con el apoyo de un grupo familiar o social fuerte.
Su ascenso social tiene que hacer uso de tres resortes: su inteligencia, su
hipocresía y su belleza. Julien asombra a los burgueses que le acogen a su mesapor
su gran memoria, por otro lado, su belleza y su fina inteligencia le hacen ser
amado por las esposas o las hijas de sus nobles anfitriones, pero siempre
fingiendo devoción religiosa que no siente, ideas conservadoras que en realidad
le repugnan. Un arribista, dotado de estas cualidades parece no ser el héroe
adecuado de una novela; sin embargo, Julien tiene a su favor, ese desvalimiento
social señalado, su juventud y belleza y sobre todo su ferviente idealismo
igualitario, representado por el recuerdo de la figura casi mítica de Napoleón.
Además, la muerte en la guillotina proporciona a Julienuna cierta aura de
martirio y tragedia. Esto le diferencia de Georges Duroy, el arribista seductor
de Bel-ami la novela de Maupassant
que es como el colofón de finales de ese siglo XIX que lleva a su máximo
desarrollo el principio de realidad; en él todo es egocéntrico interés, un
individuo, que si bien cuenta con la simpatía inicial del lector, a medida que
asciende socialmente mediante los recursos más viles, más repulsivo se nos
representa sus imagen; la única disculpa descorazonadora que encontramos es que
las victimas de Bel-ami son moralmente
peores que él. Pero Julien Sorel no
llegado a esas cimas de sucio realismo, el conserva ciertas cualidades: en sus
amores hay cálculo e interés, pero también pasión sincera. Y en su muerte tiene
el valor de no renunciar a sus convicciones para obtener el perdón de sus
jueces.
¿El
principio de realidad rechaza todo idealismo? No necesariamente, la realidad es
compleja y de ella surgen también personas abnegadas, generosas y altruistas;
pero ellas no dejan de ser la excepción en la sociedad burguesa de desigualdad
y lucha de clases que se va conformando durante el siglo XIX. Los idealistas
existen, pero no gobiernan, no triunfan en los negocios o en el amor porque no
saben manejar ese principio básico. Y es en esa tensión entre la realidad
mezquina y la pasión por los ideales de justicia o amor por donde transcurre la
novela realista decimonónica en Francia desde Stendhal hasta Maupassant pasando por una multitud de talentos
sobresalientes entre los cuales destacan
Balzac, Flaubert y Zola. La realidad no se edulcora o esconde en el arte
y la literatura, pero se confronta con la esperanza y los sueños de una mejor
humanidad.