Una contribución a la celebración del centenario de Benito Pérez Galdós (1843 - 1920). Misericordia (1897), tal vez la obra que ocupe un lugar central dentro del enorme corpus galdosiano.
(...)
Con palabra
nerviosa, afluente y un tanto hiperbólica, aseguró la chulita que no tenía salud;
que padecía de unos males extraños, incomprensibles. Pero los llevaba con paciencia,
sin cuidarse para nada de su propia persona. Lo que la inquietaba, lo que hacía
de su existencia un atroz suplicio, era la idea de que enfermaran sus niños. No
era idea, no era temor: era seguridad de que Paquito y Antoñito caían malos...
se morían sin remedio.
Trató Benina de quitarle de la cabeza tales
ideas; pero la otra no se dio a partido, y despidiéndose presurosa, tomó la
vuelta de Madrid. Grande fue la sorpresa de la anciana y del moro al verla
aparecer a la mañana siguiente muy temprano, agitada, trémula, echando lumbre
por los ojos. El diálogo fue breve, y de mucha substancia o miga psicológica.
- ¿Qué te pasa, Juliana?- le preguntó Nina
tuteándola por primera vez.
- ¿Qué me ha de pasar? ¡Que los niños se me
mueren!
- ¡Ay, Dios mío, qué pena! ¿Están malitos?
- Sí... digo, no: están buenos. Pero a mí me
atormenta la idea de que se mueren... ¡Ay, Nina de mi alma, no puedo echar esta
idea de mí! No hago más que llorar y llorar... Ya lo ve usted...
- Ya lo veo, sí. Pero si es una idea, haz
por quitártela de la cabeza, mujer.
- A eso vengo, señá Benina, porque desde
anoche se me ha metido en la cabeza otra idea: que usted, usted sola, me puede
curar.
- ¿Cómo?
- Diciéndome que no debo creer que se mueren
los niños... mandándome que no lo crea.
- ¿Yo?...
- Si usted me lo afirma, lo creeré, y me curaré
de esta maldita idea... Porque... lo digo claro: yo he pecado, yo soy mala...
- Pues, hija, bien fácil es curarte. Yo te
digo que tus niños no se mueren, que tus hijos están sanos y robustos.
- ¿Ve usted?... La alegría que me da es
señal de que usted sabe lo que dice... Nina, Nina, es usted una santa.
- Yo no soy santa. Pero tus niños están
buenos y no padecen ningún mal... No llores... y ahora vete a tu casa, y no
vuelvas a pecar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario